Texto y fotografías: Javier Rupérez

En este capítulo y el siguiente, que podréis encontrar en el próximo Magazine, pretendo compartir con todos vosotros el trabajo fotográfico que vengo desarrollando en los últimos años, técnicamente denominado “microfotografía”, pero coloquialmente conocido entre los usuarios como “macro extremo”; y voy a intentar explicarlo de la forma más amena posible.

Tengo que decir que en este tipo de fotografía utilizamos muchos dispositivos de precisión y fórmulas matemáticas, que por complejas, pueden resultar pesadas para muchos lectores, por lo que pido disculpas de antemano si entro en materia poco interesante para la mayoría. No obstante, pienso que me dirijo a fotógrafos y doy por hecho el interés, así como soy consciente de que ya conoceréis muchas cosas de las que os hablaré, por lo que también ruego me disculpéis si me repito en algunos temas. Me han hecho bastantes entrevistas y, al final, siempre acabas repitiendo las mismas cosas.

A menudo me preguntan cómo entré en este mundo del macro extremo. La realidad es que llevo muchos años haciendo fotografía, incluso desde la época de las cámaras analógicas. De joven era el típico pesado que andaba todo el día con la cámara réflex colgada del cuello, como tantos otros. Pero por diversos motivos, abandoné la afición durante bastante tiempo, ya sabéis, lo de siempre, trabajo, niños, etc. Más tarde, al cabo de los años, con el auge de la fotografía digital, comencé de nuevo a mirar el mundo a través del visor de una cámara réflex. Poder hacer una fotografía y ver el resultado al momento, me pareció entonces (y ahora) un milagro, y encima sin las limitaciones de las famosas 36 fotografías de los carretes, y sin ese coste y espera añadidos. Los jóvenes probablemente no sepan de qué hablo, pero sin duda fue un avance extraordinario para los fotógrafos.