FOTOPERIODISMO

«Ser periodista en el feudo del narcotráfico en México»

Texto y fotografías: AITOR SÁEZ                                 Los Mochis, Sinaloa, México

En la carrera de Periodismo, al menos en las universidades europeas, nos enseñan que “el/la periodista nunca es noticia”, o al menos no debería de serlo. Este recurrente principio se hizo trizas al llegar a México, un lustro después de abandonar los pasillos de esa academia tan alejada de la realidad. En este país asesinaron el pasado año a cinco periodistas por ejercer su oficio, al último lo balearon mientras fotografiaba un cadáver tirado en mitad de la carretera (y todavía quedan otros cinco homicidios contra reporteros pendientes de esclarecer sus causas). Ni pandemia, ni confinamiento, ni nada, frena la espiral de violencia en México y las atrocidades del narco contra la prensa.

Las cifras superan a las de Afganistán, un país en un conflicto bélico interminable. Sin embargo, México supuestamente no está en guerra, al menos en una guerra declarada. Una paradoja nada casual que lo único que permite es matar con mayor impunidad, sin una justicia y un gobierno que invierta los recursos y la voluntad política suficiente para mitigar estos atentados contra la libertad de expresión. Por el contrario, a menudo las propias autoridades cometen esos crímenes o los instigan. No lo digo yo, lo dice cualquier organización no gubernamental que trabaje en el asunto.

¿Y cómo es trabajar en el país más peligroso para ejercer el periodismo? Complejo, desafiante, un fastidio… pero no tan peligroso como pudiese aparentar. Los reporteros extranjeros, al menos hasta el momento, hemos estado blindados de esa violencia por motivos tal vez estratégicos para el propio crimen organizado. Como ejemplo, en 2017 la española Pilar Garrido fue asesinada por su marido en Tamaulipas (México), y tras una larga investigación, el asesino ya ha sido condenado. Esto es prácticamente inaudito en un país con 10 feminicidios diarios y más del 90% de impunidad para esos crímenes. Da que pensar que algo parecido sucedería en el caso del asesinato de un periodista extranjero, las autoridades se movilizarían con mayor diligencia y esto los cárteles lo saben.